Ayer asesinaron en Bogotá a una tía de Diana. Intentaban robarle el coche y por un motivo que no saben, ni llegarán a saber nunca, acabaron disparándole. Y Diana se pasó el día llorando, en parte por la pena de la pérdida, y por no poder estar junto a su familia para pasar unidos estos momentos. Pero sobre todo lloraba de indignación, de frustración y de rabia. Porque aunque es la primera vez que a ella le toca vivir algo así de manera tan cercana, y aunque no esperaba la noticia, cuando empezaron a contárselo apenas se sorprendió. Y no se sorprendió porque sabe que eso que le ha pasado es parte del día a día en Bogotá, en Colombia y en muchas otras partes de América. Y lloraba porque estaba enfadada y no tenía contra quién, porque sabe que jamás cogerán a los que han hecho esto, y que probablemente ni siquiera los buscarán en serio. Y con los ojos hinchados y rojos de tanto llorar me decía: "¿Y sabes qué es lo peor? Pensar que esto va a ser siempre así, Emma. Colombia no va a cambiar. Quien intenta cambiarlo acaba como mi tía."
También ayer fue el último día de Amélie en la universidad, así que en estos momentos ninguno de los componentes del grupo hemos nacido en Canadá. Algunos llegaron aquí hace muchos años huyendo del hambre y de la pobreza. Otros buscando tener la libertad de decidir sobre su vida; cosas tan sencillas como poder tener el número de hijos que desean, y no los que dicta su gobierno. Otros que llegaron aquí solos con 18 años a estudiar para que sus padres algún día puedan venir y disfrutar de esa libertad a la que aspiran. También hay quien vino porque en su país alguien decidió que ser mujer, estudiar una carrera universitaria y ejercer una profesión acorde con ella no son cosas compatibles. Quien está aquí para tener un sueldo de acuerdo con su formación, porque para investigar en su país hay que buscar una segundo empleo que te permita llegar a fin de mes. O quien quiere vivir con la seguridad de que pasear un coche nuevo por la ciudad no implica acortar tu esperanza de vida. Y por último estamos unos pocos privilegiados que estamos aquí de paso, para tener una experiencia más, pero que los privilegios y el futuro que el resto viene buscando nosotros los tenemos desde siempre y muchas veces ni siquiera los valoramos. La única diferencia entre unos y otros es el país en el que nos tocó nacer. Y eso ni ellos ni yo hemos hecho nada para merecerlo.
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Incluyo sólo una aclaración final... aunque pueda parecerlo no me he tomado ninguna licencia poética, todo lo que he mencionado son de verdad las historias de la gente con la que trato directamente día a día.
No sé qué pasa últimamente que no me avisa de que hay entrada nueva en el blog, así que no me había enterado de esto.
ResponderEliminarMe he puesto super triste, pero lo peor es que esto no es una película, que es la realidad y ojalá podamos hacer algo, por pequeño que sea para cambiarlo, para que todas las personas tengan derecho de personas.
La noticia es triste y lamentable, en efecto..pero tu párrafo que empieza "También ayer fue el último día de Amélie en la universidad" es magnífico Emma,o aunque me cueste ser así de directo por escrito..es cojonudo
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