Cuando empezábamos a pensar que nos lo habían robado, el invierno ha decidido aparecer para cubrir de blanco la ciudad en Navidad. Desde esta mañana no para de nevar y por fin está cuajando. Hemos tenido un diciembre increíblemente cálido, casi siempre rondando los 0ºC, con algún día de casi 10ºC y sólo un par de días en los que hemos llegado a -8ºC. Así que andábamos todos un poco sorprendidos y era el tema de conversación diario. Incluso los animales que suelen desaparecer en invierno siguen tranquilamente por la calle. De hecho las ardillas empiezan a tomar unas dimensiones que asustan porque continúan acumulando reservas para el invierno (si os parecía gordita la de la foto de hace un par de entradas tendríais que verlas ahora) y todavía se podían ver bandadas de pájaros que aún no consideraban que hubiera que emigrar. Y es raro, porque el año pasado por estas fechas llevábamos ya 3 semanas en los que no veíamos ni de lejos temperaturas positivas y con cerca de un metro de nieve en la calle.
En contra de lo que podéis pensar, que haya estado haciendo buen tiempo no ha facilitado demasiado la vida. Y es que estas temperaturas tienen una desventaja, que es que llueve, y la lluvia quita la sal. Desde el fin de semana ha llovido todos los días así que todo estaba mojado. El problema llegó el miércoles, que fue el día en el que volvimos a ponernos ligeramente por debajo de 0ºC. Consecuencia: la ciudad se convirtió en una pista de patinaje gigante. Llegaron a dar avisos para que la gente volviera a casa cuanto antes para evitar accidentes y recomendaban no caminar por la calle por riesgo de caídas. Y verdaderamente era justificado. Yo conseguí no caerme (tuve varios momentos interesantes de esos de recuperar el equilibrio en el último momento, uno bastante espectacular en el que casi me llevo por delante a otro peatón) pero para que os hagáis una idea: en el trayecto del autobús a casa, que tardo en recorrer normalmente unos 7 minutos, tardé un poco más de 20. Y eso a pesar de que llevaba botas de montaña. Y Rafik tuvo que dejar a la niña durmiendo en casa de sus padres porque los coches tenían muchos problemas para frenar y no se atrevía a ir a recogerla. Pero bueno, eso ha durado dos días. Ya se ha fundido el hielo, y ya nieva y todo está precioso, y yo me voy a casa corriendo a coger la maleta y de ahí directa al aeropuerto, hacia un país mucho más cálido en el que estan cosas no pasan. Pero antes de cerrar os dejo una foto de cómo está la universidad en estos momentos.
¡Feliz Navidad a todos!